
Lo más importante para cambiar, es tomar una decisión.

Algo no cuadra…
Hacía mucho tiempo que sentía algo dentro de mí que no terminaba de resonar. Pero antes de continuar, déjame presentarme: soy Mery, tengo 35 años, y estas ganas intensas de darle un giro radical a mi vida comenzaron durante la pandemia.
Soy bailarina y doy clases desde los 21 años. También trabajo en una oficina pública desde los 19. ¡Casi la mitad de mi vida en la misma rutina!
Mis días son exactamente iguales: levantarme, ir a la oficina, luego dar clases hasta tarde, llegar a casa agotada, cenar y dormir. Al día siguiente, todo vuelve a empezar igual. Sentía que estaba atrapada en un bucle interminable.
Todo cambió cuando, scrolleando en YouTube junto a Fabri, mi pareja, empezamos a engancharnos con videos de personas que habían transformado camionetas en casas rodantes y recorrían el mundo. ¡Algo en mí despertó en ese momento, como una chispa que llevaba años dormida!

Esto si me dolió
Tenía un auto desde hacía apenas seis meses, que básicamente usaba para ir a trabajar. Pero un día me animé y solté: “Fabri, voy a vender el auto y comprar una camioneta. Quiero salir a recorrer el mundo”.
Fabri, medio en broma, medio en serio, me respondió un típico “sí, sí”, sin mucha convicción. Pero yo, como buena Ariana, cuando se me mete algo en la cabeza, no paro hasta conseguirlo. Así que inmediatamente empecé a buscar.
Al principio intenté permutar, buscando la camioneta ideal que justo quisiera mi auto. ¡Una casualidad difícil de encontrar! Después de varios meses sin resultados, decidí vender primero el auto y luego comprar.
Durante meses recorrí sola decenas de camionetas, investigando cada modelo antes de ir, grabando videos de motores y consultando a Fabri, mi cuñado mecánico, y al director de la oficina (experto en autos viejos). Descartaba opciones constantemente, pero seguía determinada.

Apareció!
Finalmente apareció una Hyundai H100 que cumplía casi todos mis requisitos menos uno muy importante: el techo alto. Pero el presupuesto mandaba, así que avancé. Vendí rápidamente mi auto, contacté al escribano y al vendedor, y justo cuando todo estaba listo… ¡el vendedor desapareció! No contestaba mensajes ni llamadas. Claramente, no era para mí.
Aunque decepcionada, mi determinación creció. Continué buscando, cada vez más segura de que este camino era el mío. A pesar de las dudas de mi entorno preguntándome si realmente quería abandonar todo lo conocido, dentro de mí no había espacio para el miedo. Sabía perfectamente lo que quería.
Fabri seguía escéptico hasta que vendí el auto. Ahí empezó a tomarse más en serio mi proyecto, aunque todavía no estaba convencido del todo.

Seguí Buscando
Seguí buscando sin descanso hasta que, navegando por Marketplace, apareció ELLA. Una Volkswagen Kombi del año 1989 que cumplía mis requisitos básicos: entrar parada, poder instalar un baño fijo, y ser sencilla mecánicamente, con repuestos disponibles en cualquier parte del mundo.
Mi corazón latía a mil. Contacté al dueño con desesperación hasta que por fin respondió: ¡”Sí, está disponible”! Mi ansiedad explotó. La Kombi estaba en Colonia, a 250 km de casa, justo en una ciudad donde iba mensualmente a dar clases de baile. Inmediatamente pedí ayuda a un conocido que me recomendó un mecánico local. En menos de una hora, ese mecánico ya estaba inspeccionando la Kombi.
Todo cuadraba mágicamente. El mecánico me confirmó que la camioneta estaba en excelentes condiciones, especialmente en chapa (algo clave en estos vehículos antiguos), y mecánicamente en muy buen estado, solo con pérdidas mínimas de aceite, algo habitual en Kombis.

Es Ahora!
Sin pensarlo más, di el paso más importante de mi vida. Llegué a casa decidida y le dije a Fabri: “La semana que viene viajamos a Colonia a buscar la Kombi”. Él no podía creerlo.
Una semana después hicimos nuestro primer viaje juntos para conocerla. Todos los papeles estaban en regla. El dueño la había comprado en un remate aduanero y era técnicamente su primer dueño. Todo fluyó perfectamente, cambiamos rápidamente la titularidad, ¡y así me convertí oficialmente en dueña de mi amada Kombi del 89!
Fabri finalmente se convenció cuando la vio, subió y manejó. Se enamoró igual que yo.
Nunca me imaginé haciendo algo así, pero cuando lo conté a familiares y amigos, todos respondieron igual: “¡Eso sos vos, siempre fue tu sueño!”. No precisamente viajar en motorhome, pero sí viajar en libertad absoluta, que es exactamente lo que mi alma necesita.

Ahora empieza la segunda parte del sueño: CAMPERIZARLA. Este es, sin dudas, nuestro mayor desafío hasta ahora.
Te invito a acompañarnos en este camino y ver el primer video que subimos a nuestro canal de YouTube, donde compartimos contigo nuestro primer encuentro y el primer viaje en esta hermosa Kombi que ya forma parte de nuestras vidas.